Indudablemente uno no puede andar por la vida queriendo ser
de todo. Más allá de que te guste tener una imagen pacifista y amigable, alguna
vez te va a tocar jugártela por algo. Si no, seríamos todos egoístas potenciales
en etapa de desarrollo. Ya sé que hay grises de por medio, un tono que alguien
inventó para los tibios que nunca se decidían. Así nacieron las galletitas
agridulces, por ejemplo, para mediar entre el bien y el mal. Sin embargo, con el tiempo te llegará la chance de ponerte
de un lado o del otro, en los términos
más humanísticos que alguien puede describir.
-¿Sabés lo que pasa Pichón? , yo no te puedo decir que en el
fútbol hay arreglos para hacer campeón a un equipo. No soy quién para decirte
que los botones de negro levantan el banderín apropósito. Pero desde el día que
me cagaron a mí, decidí no creer en esta actividad- Tito
Así encaraba el génesis de una charla de bar en un día
jueves que nos permitió, previo a este
debate, disfrutar de un picado que repartió calambres y ganas de tomar. Solo estábamos nosotros dos. El resto huyó
cada uno hacia su pago. Ese duro rival otra vez había atado un elástico a
aquellos que se encuentran en estado conyugal y que vuelven a sus hogares con
inmediata desesperación. Mientras tanto,
yo lo miraba a Tito. El Gordo estaba sentado, abierto de patas para sostener
semejante aguantadero de empanadas de carne y pitando un cigarrillo,
aunque al mismo tiempo, indicándole a la
Morocha, que debía traer una cerveza.
Tito es de esos tipos que tuvo en sus manos la posibilidad
de ser un crack. Ya desde pibe, si le tirabas una botellita la paraba de pecho.
Con la misma tranquilidad, acomodaba el baúl, giraba 90 grados y de derecha
acariciaba la tapita y te la clavaba debajo de la ventana que daba a quinto
grado. Con él, de tres recreos, no perdíamos ninguno, salvo, si el Gordo se
empachaba y faltaba al colegio.
-Ahí viene la Morocha Pichón- Tito
La Morocha trabaja hace años en el bar. Los mismos años en
que nosotros esperamos que aunque sea, nos tire una sonrisa. Pero nada che,
aunque igualmente, mantenemos la esperanza. Yo me sigo arreglando el pelo
cuando se acerca y Tito sigue metiendo la panza para adentro, más allá que
después, cuando la mina se va, la libera y genera una onda expansiva que llega
hasta el peaje de la autopista Buenos Aires La Plata.
-Gordo, ¿Por qué nunca te decidiste a ser profesional?
Siempre pienso que fuiste un boludo- Yo
-Mirá nene, te voy a decir dos cosas. La primera; no soy un
boludo. Y la segunda; soy un genio-Tito
-Tito, ya estás en pedo, cada vez estas más viejo-Yo
-Mirá Pichón, solo nosotros seguimos viniendo a compartir
estas pelotudeces que, aunque pensemos que solucionamos el mundo, son las
boludeces más grande que nunca nadie dijo-Tito
-¿Vos te pensás que todos los futbolistas quisieron llegar
hasta ahí? Si pensás eso sos un gil y te voy a explicar porqué. La vida es lógica pura Pichón, solo que a
veces sucede lo inesperado, pero son excepciones, como en el fútbol. Con los
jugadores pasa lo mismo. ¿O acaso vos te crees que a Messi le gusta que le
vivan rompiendo las pelotas? Para nada. Lo que pasa es que a Dios se le fue
demasiado la mano con la energía que le puso a la pierna izquierda, entonces al
pibe no le quedó otra que aprovecharla
jugando a la pelota. Si Messi hubiese sido cocinero con semejante habilidad en
la pierna, tendríamos que pensar que es un nabo-Tito
No sé si Tito ya era producto del líquido amarillo que
ingería sin parar o si realmente me estaba dando una clase de ética y
ciudadanía, pero yo decidí seguir escuchándolo.
-Y te digo la última. Si con la habilidad que tengo de
degustar los asados y saber verdaderamente cual es el que merece el aplauso, si
no la aprovecharía, yo también sería un gil- Tito
Para finalizar semejante actuación, Tito deslizó – Aparte,
mirá a todos los futbolistas. La levantan en pala pero viven en una actividad
industrial nene. Dejate de joder. Yo los bailo a todos ustedes que son mis
amigos y cuando termino nadie me jode. Es más, voy y me clavo una bondiolita.
¿O acaso no es fútbol a lo que juego? Y bueno, a mí me gusta jugar a la pelota,
no ser jugador de fútbol. Yo elegí eso y
te digo que no me equivoqué, y hasta te digo que hoy, te salvé la noche, porque
no te está mirando ninguna flaca Pichón-
La cuenta de la mesa seguía abierta. Nosotros decidimos
irnos y mientras abríamos la puerta de salida, Tito me susurró al odio –Pichón,
creo que se te dio con la Morocha. Mirá. Te está llamando a los gritos-
Lucas Campos