-¿Qué hacés Toto querido? Sentate que el tiempo no te apura, vos apurás al tiempo. Cómo te gusta llegar tarde eh. Decí que le dije al Pela que nos aguante en la cocina. Ahora viene y le pedimos-


-Dale Flaco, buenísimo. Pero pidamos simple eh, nada de esas boludeces que pedís vos, una grande de muza y faina, también-


-Sabés que cuando te veía entrar por la puerta esta de mierda, que encima no abre bien, dije, Fontanarrosa tenía razón hermano. Lo mejor que le puede pasar a un padre para con un hijo es que sonrían cuando lo ven llegar. Y con vos pasa, hermano. Se te dibuja la picardía sola-


-Dejá de mentir, que te pusiste contento porque tenés hambre bárbaro. Además, después del tema que vamos a tocar, me vas a cagar a trompadas-


-Pero la puta que te parió. Perá que pidamos primero, que ya me estás haciendo la mala Sangre. ¡Pela!, vení que pedimos. Cuchame Pela querido, traeme una grande de muza, y un par de porciones de faina. Para tomar, un tinto, que no esté pasado como la otra vez. Y traeme un tarrito de manices Pela, que ratas que son la puta que me pario. Bueno Totín, arrancá con tu malas noticias-


-Primero, la pizza es con birra, segundo, los otros días me llamó tu amigo, el Gordo-


-Cómo te gusta traer al Gordo a la mesa eh. ¿Por qué no lo traés? , llamalo, que le meto la faina por el tujes. Y terminamos todos a las trompadas-


-No puedo creer como todavía te sigue el enojo-


-Sabés lo que pasa, no me voy a olvidar nunca en la vida la que me hizo. Jamás, porque... pará que viene el Pelaaaa, que zapi papurriiiiiiiii. Venga que hay hambre para ocho-


-Che, entre nos, esta pizza es una cagada. Se enfría y es cemento pero bueno, nosotros venimos porque lo queremos al Pela, al fin y al cabo uno no busca calidad, busca amistad de calidad-


-Y hablando de amistad, Flaco, puede ser, que por un puto partido de fútbol, ustedes, con el Gordo, no se hayan hablado más. Pero dejate de hinchar las pelotas-


-Mirá Totín, vos lo querés mucho al Gordo, y veo tus ganas de que vuelva a esta mesa. Pero es él o yo. Y vos ya decidiste en su momento. ¿Vos tenés idea, de lo que es que no te llame ningún medio para hacerte una nota de aquel ascenso ? Nadie se acuerda de lo que yo hice, y de lo que estaba por hacer. Por culpa del egoísmo del Gordo hermano, me cagó la vida-


-Pero tampoco fue para tanto che, vos hiciste un campeonato bárbaro. Después no se te dio el viaje a Brasil. Yo ya ni me acuerdo de cómo fue la jugada, mirá si pasó tiempo-


El Flaco hizo un suspiro, prendió un cigarrillo, se acarició la cabeza con la punta de los dedos como ordenándoles a los recuerdos que bajen, otra vez, a sus ojos y a su boca, y comenzó:


-17 de junio de 1994. Nosotros tres estábamos jugando para la Chascomús, en aquella liga zonal. Habíamos llegado a préstamo de Berazategui. Un año. No nos pagaban un mango. La única forma de que ganáramos plata era ascendiendo. Iban 35 minutos del complemento - suspiro - vos habías tenido un partido de mierda, cómo todos tus partidos, pero con mucha hombría. Saltabas a cabecear con la idea de dejar hasta el último diente. El Gordo, el Agus, no la había tocado, porque en los partidos pesados, escondía la cabeza como cuando dormía, debajo de la almohada. Se esfumaba del campo de juego. Y yo, amigo, flotaba. Era una gacela saltando y esquivando patadas bajo una lluvia torrencial que hasta los pejerreyes de la laguna me aplaudían con las aletas de tanto fútbol-


Continúa el Pela - Yo sabía, y ustedes también, que un equipo brasilero me vino a buscar. El Carajinho FC. Yo ya estaba casi comprado, por firmar contrato. Entonces, recibo la pelota detrás de la mitad de la cancha, la paro de zurda, y automáticamente los diviso a los brasileros en el palco ese inventado. Con traje, en Chascomús estaban, hacían mil grados. Una cara de dueños de la Favela tremenda. Entonces, la paro,  veo que el Gordo me pica. Y ahí ya me cagó el alma. ¿Para qué picaba? nosotros con el empate ascendíamos. Pero amigo, cuando alguien le pica a un pasador, uno no puede controlar el deseo del pase. Es como que si la mina que te genera nervios en la panza cada vez que la vez, te da el pie para un beso. Vos te entregás y que sea lo que Dios y la Virgen quieran. Y acá pasó esto. Él picó y yo lo vi tan lindo picar. Y vi un espacio, como si fuesen las aguas del Jordan que se abrieron para que el pueblo judío cruce el río y se escape hacia la libertad. Y ahí nomás, ¡Tac!, seco, de derecha con el cuero Puma negro, la invité a que nadara por ese campo inundado. Los rivales la vieron pasar como una pompa de jabón-


Sigue el Flaco - Y el Agus, que nunca pateaba al arco, la agarró de tres dedos y la hundió en la profunda tristeza de la red. Juro por Dios, que hasta el día de hoy, ni vi la pelota entrar. Fue un rayo, hermano. Pero si te vi a vos yéndolo a abrazar. Y lo miré, como esperando esa complicidad de "Sí, vos me metiste un pase por abajo, de mitad de cancha, es tuyo también". Pero no hubo mirada, me esquivó, y al esquivarme, entendí que había perdido la mitad de los derechos del gol. Todos se habían ido con él-


-Las notas, fueron siempre de él. Las chicas, de él, el pase a Brasil, de él. Yo fui a Temperley. En bondi. Pero acá hay dos traiciones. Si él sabía que empatando, ascendíamos igual, porque no la tiró afuera. ¿Por qué? si la tiraba afuera, él quedaba mal pero yo, su amigo, quedaba como un rey pasador, y de ahí, a Brasil en zunga. pero no, la clavó en el ángulo como nunca vi a nadie patear de tres dedos-


-Y la última y peor de las traiciones, fue verte a vos, corriendo para abrazarlo. Y a mí, ni la justicia. No hay lugar para tibios. Es mentira que en la cancha no vale la amistad. Es la amistad, lo que te hace enterrarte en el fango hasta las pelotas, cuando se divide una pelota. Porque del otro lado, se está esforzando un amigo. Es una batalla, donde jugamos para los amigos y dignificamos el valor de la amistad a través de una pelota de fútbol-


-Mirá, Flaco. En una de esas tenés razón-


-¿Sabés lo peor de todo?-


-¿Qué?-


-Que el otro día vi el gol por internet. Y llegué a una conclusión-


-¿Cual?-


-Las anécdotas en el fútbol, nos vuelven tan mansos a la hora de contarlas, y tan felices, que si lo llego a ver por acá le diría "Qué golazo hiciste, Gordo, qué golazo hiciste".