Todos alrededor de la mesa de madera oscura, bar mediante, algunos vasos de whisky y de café vacíos, mucho cigarrillo apagado en el cenicero y un silencio de los que incomodan porque dicen cosas que los integrantes de la juntada no se animan a confesar. Pero entonces, el Flaco arrancó a jugar el partido.

-Saben, que hoy…-

-Ya lo sabemos. Ya sabemos qué fecha es hoy. Lo sabemos todos. Lo sé yo, lo sabe el Gordo, lo sabe el Tigre, el Titi, el Ruben y Lito, el mozo. Vos sabés bien que a mí este día me jode. Me jode y me da por los huevos. Me pone mal, te pido por favor que no empecemos-

-Ya lo sé, lo sé Agus. Pero también viste, ¿Hasta cuándo vamos a seguir con esta perorata? basta viejo, no se puede más. Llega esta fecha y estamos todos hechos mierda. Cambiemos el chip, recordémoslo con alegría. Porque él era alegría-

En eso, llega el mozo, que no era el Lito, era un pibe nuevo. El bar no estaba lleno, es más, estaba bastante planchada la noche como para ser un jueves. Y el pibe, como todo pibe, valga la redundancia, cometió un error de pibe. –Disculpen, ando medio aburrido acá, ¿Me pueden contar qué es esto de esta fecha?-

El Agus corrió la silla, agarró la vespa, Adidas, se la puso sobre los hombros y dijo –Bueno muchachos, hasta acá llegó la noche, nos vemos, Dios mediante-

Pero el Flaco contraatacó más fuerte –Si te vas, sabés bien que rompés el código del grupo. Vos más que nadie tenés que entender que nosotros sobrevivimos gracias a las historias que todos los putos jueves volvemos a comentar. Y todo aquel que no sabe una historia, es como un oasis para volverla a contar y encontrar cosas que hasta ahora las habíamos pasado por alto. Quizás también te ayude a terminar con esto de esta fecha-

El Agus se frenó. De espaldas, las cejas se le fruncieron como diciendo “Este me re cagó”, se dio vuelta y le dijo al mozo –Traeme uno doble y sentate, te lo va a contar el Flaco, que tantas ganas tiene. Pero escuchá bien porque las historias no se cuentan dos veces-

El mozo trajo más café a la mesa. El Flaco prendió un Baltimore de tabaco negro, pitó y comenzó:

-Mirá nene, el tema es así. Nosotros no éramos los que somos ahora. Había alguien más acá siempre, sentado a nuestro lado. Alguien muy importante y que aún nos hace mucha falta-

-¡El Toto!- gritó, poniéndose de pie el Pela, medio ya lagrimeando.

-Vos callate la boca y sentate que la historia la estoy contando yo. Como te decía, o como bien decía el Pela, antes, con nosotros, paraba el Toto. El gran y ponderado amigo Toto. Rodrigo el “Toto” Quiroga-

-Apellido de macho, ¡de gaucho! – gritó el Pela otra vez.

-Cuestión-, siguió el Flaco, -Que a Rodrigo nadie le decía Rodrigo. No sabemos hasta el día de hoy, si realmente la Keka, la vieja, no lo anotó como Toto y Rodrigo había sido un invento de él, porque era medio loco el Toto vistes-

- ¿Y por qué era tan querido el Toto?- preguntó el pibe.

-Mirá nene, yo vi muchos jugadores de fútbol. Los cracks, los que no se despeinan, los que te matan a patadas. Pero nunca vi, por lo menos en Avellaneda, un tipo tan guapo como el Toto. Tenía pelotas de verdad, pero lo que se dice tener pelotas de verdad. ¿Sabés por qué? él me lo dijo una vuelta. “ Flaco, yo no juego al fútbol para ganar, yo juego al fútbol para que el mundo sea un poco más justo, es uno de los lugares en donde me siento libre para que la cosa esta, la vida, sea más justa”-

-¡Y meta, y meta, y meta Toto meta!-, cantaba la mesa del café de los jueves en un tono medio susurrado como entre eufórico y nostálgico.

-Para mí era Jesús, que querés que te diga. Yo lo veía, medio petizón, pelado, con bigote y barba, bien vestido para jugar. Era Jesús. No era ni profeta ni de otro planeta. Pero como Jesús, daba la vida por los amigos. Era su forma de que la vida, al menos la suya, y en una cancha de fútbol, sea justa. Él le pasaba la pelota hasta al más burro, simplemente por ser el amigo. No le movía la aguja, él quería ganar y perder con los amigos-

-De más está decir cómo jugaba el Toto. Porque cuando había una injusticia, se le saltaba la chaveta mal. Yo lo vi arrancarse dos tapones contra una canillera del rival. O agarrar la pelota con la mano y dársela a los de Corina, nuestro clásico, porque habíamos cometido una injusticia-

-Era gallina el Toto- añadió el Pela.- Le gustaba el folclore, con ese apellido, también- finalizó.

-Era de River, sí. Imaginate que los equipos los armaba él porque era la encarnación de la justicia en la Tierra. Pero un día, habíamos ganado un partido con un gol del Pela, que a veces patea de afuera, se equivoca y la mete y el Agus le preguntó al Toto si alguna vez pensaba dejar de jugar por algo, por otra cosa, por otra pasión, digamos. “El día que deje de pasar una pelota, de jugar al fútbol, será porque la justicia la encontré en otro lugar más placentero y en dónde más me tenga que esforzar para mejorar la cosa. Digamos que sería una transferencia de pasión y de objetivos en busca de la justicia”, -me dijo-

-Nueve meses después de eso, no lo vimos nunca más. Siempre íbamos a comer a la casa de la Flaca, la Romi, la pareja. Pero nueve meses después no lo vimos más. Desapareció. Se lo tragó la tierra. Redes sociales nunca usó. Así que es esa fecha en la que lo recordamos. Te puedo asegurar, que cuando nos juntamos a jugar, te juro por Dios y María Santísima, que al ras de la pelota, se siente el perfume del Toto. Pero el fútbol, nuestro fútbol, nunca más fue tan justo como lo era con él-

-¿Y qué fue lo que pasó?- preguntó muy ansioso el mozo.

-¿No te estoy diciendo? no sabemos, es la gran pregunta que nos hacemos cada vez que llega esta fecha de mierda. A los padres ya el último tiempo no los veíamos y cambiaron el número por lo que sé. Así que no nos queda otra. Y el Agus se emociona vistes, porque, era como un hermano gemelo para él, hacían todo juntos. Se querían mucho. La nostalgia es jodida, vistes, cuando no tenés la medida justa, y te pasás, te ata al pasado y te liquida-

-Bueno, ¿Vamos?- preguntó ya cansado el Flaco.

-Vamos, vamooo dale. Chau Pibe, nos vemos el jueves que viene. A ver si estás más metido esta semana en el laburo, medio frío el café. Nos vemos pibe- medio entre risas, decía la banda.

Salió el mozo del bar. Raro, porque ustedes ¿Alguna vez vieron a un mozo salir de un bar que no tiene mesa afuera? Pareciera que se quedan a dormir en la cocina. Salió, como les decía, el mozo, el pibe y les grita desde unos 20 metros con las manos formado un eco -¡Che¡ El Flaco dijo nueve meses. ¿No habrá tenido una nena? Tuvo una nena o un nene y la justicia se le encarnó en ese ser y dejó todo por su hija, porque ahora la justicia, es su hija-

Los pibes se miraron, sorprendidos, como si los hubiese afanado un fantasma. Pero el Flaco, rápido de reflejos culminó –Guarden todas sus ideas sobre lo que acaba de decir el Pibe, y las discutimos el próximo jueves en aquella mesa de café. Ustedes saben bien cuáles son los códigos de las historias. Se arrancan y se terminan de debatir en una mesa de madera. Es lo más justo, así lo haría el Toto-
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