Línea Roca al sur

 




Las 18 hs de un miércoles 28 de agosto del año 2024. Plaza Constitución es la plaza de los nuevos Juegos Olímpicos en los cuales se destaca la disciplina "Atletismo de 200 metros, con salto de molinete incluido para adentrarse y conseguir un lugar en el tren Roca con destino Bosques - Quilmes".

Allí vamos. Antes de la largada, relojeo la indumentaria de los demás corredores. Hay de todos. Gente con traje, con boina, con gorras, con joggin, con polleras, con vestidos, con ojotas, los hay limpios, los hay no tantos, otros disfrutando de un pancho recién salido, algunos fuman de los nervios. Pero, a lo lejos, bien a lo lejos, hay un señor. Este señor no tiene pinta de que es muy rápido, pero está lleno de ilusión. ¿Y dónde lleva la ilusión? en una mochila negra que tiene dos logos. El primero, las Islas Malvinas argentinas. Y el otro, el escudo del Club Atlético Independiente.

Las puertas del Roca se abren y logramos el cometido. A la fuerza entramos en uno de los tantos vagones que nos llevan a casa luego del acto que nos lleva gran porcentaje de nuestra vida, el de trabajar. En esa vuelta, son varias las esperanzas que se guardan, en silencio. Unos tienen la esperanza de haber quedado en el laburo, otros tienen la esperanza de que no los rajen, otros de poder llegar a fin de mes, otros de que se les de la cita que aguardan, otro de que sus hijos los reciban cuando lleguen, algunos desean dormir algo más, otros vivir mejor. Pero ese hombre, ese señor, lento, pero experimentado, lleva una ilusión enorme. Y me detengo en el porque también comparte mi ilusión. 

Él no lo sabe. Porque yo vengo vestido de campera, pantalón y zapatos. Porque quizás tengo más pinta de oficinista que de fanático de este deporte, porque en mis auriculares estoy escuchando una música moderna. Pero se entera. Él se entera porque hay un lenguaje que es universal y que todos compartimos; el de la sonrisa. Porque cuando el Roca pasa por el costado del Libertadores de América Ricardo Enrique Bochini, como digo, cuando pasa, los dos sonreímos como enamorados de ese bloque de cemente. Y ahí, nos encontramos con la mirada. Y él, con la valentía que conlleva la experiencia, suelta, despacio, como para no faltar el respeto a los demás pasajeros. Me mira y suelta, por debajo: Dale, que hoy tenemos que jugar bien al fútbol.

Bajé del tren con un solo pensamiento. Ese señor no me había dicho que teníamos que ganar, me había dicho que teníamos que jugar bien al fútbol. Cuando Tarzia selló la victoria, lo entendí. Porque esa es nuestra forma de ser, porque ser lo contrario sería traicionarse a uno mismo. Porque el hincha de Independiente se reconcilia con la vida cuando su equipo juega bien a la pelota. Ganó Independiente, 3 a 0, con una maravillosa exposición, con el escudo en el pecho y la pelota en los pies. Va este equipo. Al viento desplegado, va su rojo pabellón.

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