- Aprendí todo bueno, aprendí todo la malo, sé del beso que se compra sé del beso que se da, del amigo que es amigo siempre y cuando le convenga y sé que con mucha plata uno vale mucho más - comenzó cantando el Negro que esperaba ansioso al grupo para festejar el cumpleaños del Lucho en el bar ubicado en Mitre y Videla, en el centro de Quilmes.

Cinco minutos pasaron hasta que todo el grupo se reunió. No sé por qué, pero cuando los amigos van llegando, los hombres, en este caso porque es un grupo de hombres, dicen y realizan un gesto específico, depende del individuo al que se saluda. Por ejemplo, cuando llegó el Pela, el Negro soltó -Pela, ¡Viejo y peludo nomá! - y dejó salir una risa carrasposa, como antigua, de alguien que fuma mucho. Cuando vino el Toto, que era el más serio de la banda, el Negro le dijo -Totín querido- y le otorgó tres palmadas firmes en la espalda. Y así con todos.

Cuando llegó el Lucho, todos se levantaron, lo saludaron, algunos le tocaron el culo, otros lo abrazaron, le ofrecieron de tomar, le hicieron bromas, le preguntaron por la novia y por la hermana y finalmente se sentaron para comenzar la noche. El disparador de la charla lo sacó el Pela. El Pela tiró a la mesa una información. Resulta que, en la segunda división de Noruega, un equipo fue obligado a descender a la tercer categoría luego de que se comprobara que "fue para atrás" en un partido, para que su clásico rival no saliera campeón.

Rápido, el Lucho dijo -Esa la saben hacer bien los de Racing. Pregúntenle cuando se entregaron contra Quilmes para que nosotros nos vayamos a la B-

-Esos son todos mitos, hermano. ¿Qué jugador quiere ir para atrás sino es obligado por la barra? dejen de hablar boludeces, esas cosas son incomprobables-, contestó el Agus.

El Gordo no se quedó atrás en la conversación y dijo que los que estaban acostumbrados a ir para atrás eran los Bosteros. Pero al Negro no le gustó un carajo esta afirmación del Gordo y le dijo - Ustedes, los Gallinas, se fueron a la B solitos y solos, peor todavía-

La noche estaba buena. Las buenas conversaciones son las que terminan mal. Qué tiene de divertido si todos coincidimos con las opiniones de los demás. Nada. La diversión está en lo jugado. En que un amigo medio en pedo, en medio de una discusión de fútbol, meta a Perón, otro a Macri, otro a Charly García, y que todo se vaya desfigurando hasta que vuele alguna silla y después todo termine a las risas.

A todo esto, el Toto, que era el único callado hasta el momento, soltó - Yo no sé si será verdad o no que los equipos van para atrás, pero acá, hay gato encerrado-

El grupo pensó que lo decía por lo de Noruega, entonces todo continuó en torno a ese debate. El Agus se volcó para el lado de que, un equipo va para atrás cuando lo amenazan de muerte. El Negro dijo que él por plata iría para atrás, siempre y cuando sea un partido insignificante. El Gordo respondió que con todo orgullo iría pa triqui para hacer descender a un clásico rival, y que eso vale más que cualquier campeonato.

El Pepe dijo que en el fútbol actual está todo tan sobre actuado que uno ya no sabe cuando el equipo gana de verdad, cuando el rival va para atrás o cuando está todo programado y que uno, como una foca hipnotizada, aplaude y consume fútbol igual. Y el Toto, seguía diciendo - No sé, pero acá hay gato encerrado-

Eran las 4 de la mañana. Todos ya estaban demasiados mimosos. En una de esas, el Negro le dice al Agus - Vos estás acostumbrado a ir para atrás, acordate en la secundaria, cuando fuiste para atrás por un pebete de crudo y queso-

-¿Qué te pasa, gil? , ¿Sabés lo rico que estaba ese pebete? - le contestó enojado el Agus.

-¿Qué gil ni gil? nos tiraste al bombo en los bonaerenses, cagón- retrucó el Negro.

-¿Qué me decís cagón? te voy a matar Negro - furioso gritó el Agus. Toto seguía - No sé, pero acá hay gato encerrado-

Todo era un descontrol. Lucho no estaba atemorizado por algún accidente. Generalmente cuando dos hombres se dicen entre sí que se van a matar, no pasa nada. Es una frase que tapa la cobardía de actuar, nada más que eso. Pero sorpresivamente, el Agus agarró el plástico que contenía los maníes y se lo tiró en la jeta. Todo el grupo intervino. El Negro agarró un taburete y se lo quería partir por la cabeza. -Gallina cagón- gritaba el Negro - Gallina cagón- y trataba de levantar el taburete.

Nos abalanzamos sobre los dos. Era un quilombo infernal. El dueño del boliche, el Gringo, nos pidió muy sutilmente que "nos vayamos a la mierda". Y cuando las trompadas eran inevitables, el Negro dejó el taburete y pálido dijo -¿Qué carajo es ese ruido?-

-¿Qué ruido?, vení que te mato cagón- dijo el Agus.

-No boludo, esperá. Hay un ruido raro que viene del baño- respondió el Negro.

-¿Un ruido raro? ruido va a ser esta silla cuando te rompa la cabeza- soltó sacado el Agus.

- ¿A sí? agarrate esta - y el Negro tomó impulso para tirar el taburete pero cuando estaba a punto de lanzarlo, el Toto, que estaba en el baño, abrió la puerta del mismo y como un rayo, como alguien que estaba desesperado hace horas por escapar, un gato salió corriendo y se trepó a las bolas del Negro.

Gritos descontrolados, risas, puteadas. Tardó bastante el felino en desprenderse del miembro del Negro que sufrió un grave riesgo de mutilación.

-Les dije, acá hay gato encerrado- dijo serio el Toto.

Cuando nos fuimos, el Negro se fue cantando - Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran. Y, si la murga se ríe, uno se debe reír. No pensar ni equivocado. Para qué, si igual se vive. Y además corrés el riesgo de que te bauticen gil-