Hubo un día que fue fin de semana. Que fue viernes, sábado o domingo. Pero en ese día, tuvimos algo en común. Esa fecha nos agarró caminando hacia un bloque de cemento. Y nos encontró apurados. Como siempre, con la respiración agitada, porque siempre que estamos transitando esas calles, sabemos muy bien lo que nos espera. Y lo que nos espera es hermoso. Por eso el corazón aumenta la revolución y los pies repiquetean sobre alguna calle que sirve de carretera para llegar al destino más lindo de todos.
Y el destino más lindo de todos es la cancha. Pero ese día, en el que vos, tu vieja, tu viejo, tu tío, tu tía, tus hermanos, tus hermanas, tus amigos, tus amigas y yo, estábamos caminando así de rápido mientras de a poco se comenzaba a divisar la cancha, ese día, ninguno de todos nosotros nos imaginamos que iba a ser el último.
Pero lo fue. Y lo sufrimos, como todo el mundo. Y nos aislamos. Y sufrimos por televisión. Y ya no estaban esas caras conocidas de ese sector de la tribuna. Y los árbitros extrañaron esos insultos creativos. Y los jugadores supieron que no es lo mismo disfrutar de un público que te corea o sufrir al que te silba. Ni los teros entendían bien qué pasaba con aquel griterío que ya no se escuchaba. Y aunque la tecnología no para de desarrollarse, no logró ocupar el grito de gol. Ni todas las grabaciones de todos los rincones del mundo pudieron si quiera asemejarse al "Oleeeeeeeee" de una hinchada. Ni al "Uhhhhhhhhhhhhh" de un grito de gol ahogado. Ni al mensaje esperanzador de "Esta campaña volveremos a estar contigo".
Pero gracias a muchas personas que trabajaron duro para que el mundo vuelva a ser, de a poco, el mundo, llegó nuevamente el día. Y mañana, o pasado, todos nosotros, esta vez, lo vamos a tener bien en claro. Porque vamos a saber que será el día de volver a ese lugar que siempre nos hizo felices. Que otra vez vamos a tener la posibilidad de mirar al cielo. Porque cuando uno va a la cancha, de una u otra manera, sigue reforzando la historia de algún antepasado nuestro que inició el amor por ese club, sea un hermano, un padre, un tío o un amigo. Es imposible no ir en representación de aquellos que ya no están, y, en caso de existir físicamente, estarían alentando al equipo, a nuestro lado.
Comentarios
Publicar un comentario