Ellos no tenían ni idea de lo que estaban a punto de hacer. Pero algo cambió. Algo cambió cuando ese grupo de jóvenes se sentó en una mesa para idealizar un nombre. Ni se les cruzó por la cabeza el poder que estaban manejando pero en verdad les digo, que algo cambió cuando Rosendo Degiorgi dijo: "Que se llame Independiente".


Y así fue. Y así fue como ellos, sin darse cuenta, crearon la institución más gloriosa del continente. Así fue como cambió el destino de una gran parte de la historia de este deporte. Independiente ya era, y con él fueron los años, las hazañas, las glorias, la mirada altanera de quienes nunca aceptaron que este escudo sea el orgullo nacional. 


En cada momento, cada día, cada tarde, cada noche en la que vemos que once jugadores que llevan la camiseta de Independiente puesta, le levantan las manos al mundo, nuestras miradas se sinceran. A pesar del momento que estemos pasando, esos ojos no mienten. Esos ojos hablan y le cuentan a la vida el amor que sentimos por este club, que justamente, es nuestra vida.


Algunos ojos se humedecen al recordar los saltos de Erico, otros quedan fijos en el horizonte proyectando aquella pared entre Bochini y Bertoni en Italia. Estas miradas coinciden en algo, están llenas de gloria, porque la gloria le pertenece a Independiente.


En esas miradas, la gloria es Percudani haciéndole un gol a los ingleses, la gloria es Bochini eludiendo y bailando en cualquier cancha, la gloria es repetir de corrido Michelli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz. La gloria está repetida en el Maracaná, es Pavoni, es Santoro. La gloria está al ver una foto de tu abuelo, tu abuela, tu viejo, tu vieja, un amigo y ver que todo continúa. .


Independiente está ahí, recordando y construyendo nuevas cosas, nuevos sueños, nuevas nostalgias, nuevas sonrisas y nuevas vidas que son bautizadas con esta camiseta. Este escudo atraviesa nuestra historia y nuestra identidad. No somos personas comunes, somos de Independiente, y esa, es, quizás, la frase más linda que podemos decir.


Este escudo es un compañero de vida que rompe con la muerte y que sigue ahí, por los tiempos de los tiempos, que son eternos, como el amor que sentimos por Independiente. Y como esta sangre que tenemos en las venas, que ni antes, ni ahora, ni nunca, cambiará de color.