Dos pasos hice. Dos, sobre la platea de Huracán que esta noche le sirvió la vista a la gente de Barracas. Dos pasos, y la vida de nuevo me puso a un tipo en frente para condimentar un poco el rato. El problema es que cuando el condimento aparece en un personaje singular, es porque lo que tendrán para ofrecer los 22 muchachos que se visten de futbolistas, es muy poco. Es una regla que casi nunca falla, como si la vida o el fútbol, que también es vida, tiene tan poco para dar en esos 90 minutos, que te lo recompensa por otro lado.


Y en esta ocasión, la recompensa fue un hombre, entrado en años, vestido de traje, corbata, pañuelo y un sombrero de perfil, escuchando la radio, que ni me dejó mirarlo. Porque me anticipó como el aburrimiento anticipó al partido. Ni me dejó sentar que me susurró -Vos sos del Rojo, pibe. ¿No?-  Tampoco me dejó responder. Sacó un cigarro rubio, lo prendió y respondió a su misma pregunta: -Hay algo que la vende a nuestra gente, yo no sé si es la mirada, la manera de sentarse, de vestir o estar parada-


Automáticamente me di cuenta que estaba al lado de otro hincha de Independiente pero sobre todas las cosas, al lado de un tanguero. Al lado, quizás, del último tanguero que me iba a encontrar en una cancha de fútbol. 10 minutos pasaron para que este hombre arrancara con los lamentos. Esperó a que Roa pierda la primera pelota de muchas en la mitad de la cancha, y me suspiró -Pibe, no nos han dejado ni el pucho en la oreja, de aquel pasado malevo y feroz- 


Rápidamente, cuando vi que la pelota parecía estar quieta dentro de la cancha, le pregunté a este tanguero el por qué de su decisión de ir a chupar frío, a una cancha visitante, con un equipo que juega horrible, no por el acto de seguir al equipo, sino por la edad, argumenté que estos fríos tempraneros eran medios complicados y más en esta época. Sin dudarlo, el viejo me miró feo a los ojos, fue la primera vez que se puso agresivo y me dijo bien claro - ¿Sabés lo que pasa pibe? a mi no me quedan demasiadas de estas noches. Yo sé que es feo lo que digo, para no duele la verdad, lo que no tiene es remedio. Ayer a la noche pensé en no ver más a Independiente, y temblé. Pensé en no verlo y temblé. Y a mí esta actualidad me mata. Si yo que nunca aflojé, de noche angustiao me pongo a llorar. Ya no sé más quien soy-


Lo primero que entendí de este fanático del tango es que le estaba choreando a mano armada las palabras a Santos Discépolo. Pero como las empleaba bien, no le hice advertencia alguna. Lo que sí le pregunté era sobre su fanatismo por este tipo de música. No dudó en responderme, me dijo que él, primero era fanático del fútbol, y eso, indefectiblemente, lo hacía fanático del tango. Porque en el tango se puede explicar el fútbol. La frase fue - Pibe, cuchame esto que te voy a decir. El fútbol es, fue y será tango. En sus entrañas siempre lo será. Porque el fútbol vino de los puertos, y en los puertos se escuchaba tango. Porque el tango contiene los mismos compases con los que se debe jugar a la pelota, porque habla de misiaduras, de luchas, de temple, de grandeza, de saber llorar, sufrir y de embriagarse para festejar. Y sino, fijate, desde que se escuchan estas músicas pegadizas, rápidas y repetitivas con letras fáciles, el deporte se contagió de las mismas; Los chamuyos que escuchamos de cómo jugar son pegadizos, el miedo a perder es contagioso, se juega tan rápido como estas canciones y tan feo como estas canciones, y sobresalir en esta mediocridad, es tan fácil como aprenderse estas letras-


Con esa apocalíptica idea se cerró la primera parte de un partido que ya era olvidable. En el complemento, este tanguero estuvo más comprometido con el espectáculo y más hirviente en su carácter. No paró de decirme que los jugadores juegan por el vento, que Roa era un fiaca, que el club estaba en la rama y cosas así que no entendía demasiado. Pero en una de esas, este tipo, el tanguero, se levanta, como ilusionado. Por primera vez una sonrisa se dibujaba en su rostro. A lo lejos, entraba Pozzo con la 35. Y el tipo, sin mirarme, me dice; - Este tiene pinta de hacer pata ancha. Este tiene el alma inquieta de un gorrión sentimental. A este se le destaca el rasgo de su impostura. A este lo veo tangueando altanero, flaco, ya lo juno-


Pasados algunos minutos, Pozzo, con la zurda, luego de una guapeza del Perro Romero, le dio la segunda victoria al Rojo, con otro gol suyo. El tanguero no lo festejó porque estaba en una hinchada contraria, pero me miró reconociéndose poseedor de la verdad. Me dijo que él lo había junado, y que hay dos cosas que nunca cambian: Que a los buenos jugadores y a los buenos tangos, se los reconoce de primera, por la pinta, por ese andar pisando el césped y ese llanto de algún bandoneón. 


Terminó el partido, nos miramos para despedirnos. Me da fuerte la mano y antes de irse, me tira: -Decir que ganó el Rojo es la más linda melodía de arrabal. Siempre en nuestras líneas habrá y debe haber un fuelle que rezonga, eso nos hizo exigir y ser gigantes. Nosotros somos un barrio de guapos, de ganadores, pero guapos para ir al frente, nunca te lo olvides, somos cuna de tauras y cantores, de copas y entreveros, de todos mis amores. Eso es Independiente de Avellaneda, eso somos nosotros, pibe, nunca te lo olvides, no es para cualquiera, es cosa de guapos ser así de grande como Independiente-


Lo saludo y me voy. Hago los mismos dos pasos que al principio de la noche. El tipo me vuelve a llamar, me pregunta si lo puedo tirar a tres cuadras de la zona, porque una pebeta lo espera coqueta bajo la luz de un farol. 


Le digo, mientras me río, que si es tan guapo, por qué no va solo. Él, pícaro, responde - Ya te dije, pibe, los códigos cambiaron, el barrio está jodido. Ya ganó Independiente, ya tentamos demasiado a la muerte por hoy, hay que ser un poco rana, eso también es de guapo-


Y allí nos fuimos, con el triunfo del Rojo debajo de un brazo y escuchando un tango que expresa el deseo de todos los hinchas de Independiente. Volver. Volver a ser.