Enfilamos temprano para la cancha. No teníamos ganas de andar a las apuradas. Fuimos en el Clío del Gordo. Éramos el Pela, el Gordo, el Flaco y yo. Cada uno con su camiseta de siempre, con la esperanza de ver lo que nunca vimos este año.


Cuando uno va a la cancha con amigos, en mi caso, las conversaciones se vuelven una herramienta fundamental para llenar el vaso vacío del tiempo que debe completarse para que de una vez por todas empiece el partido. Y esas conversaciones tienen una estructura poco discutible; Arrancan con debates complejos, generalmente de política, de economía, de problemas de la vida, luego se rebajan un poco con algunas boludeces, como anécdotas del equipito del torneo de fútbol con los pibes y luego terminan su camino con un eje claro y central: Qué equipo será el titular y cómo debe jugar, en este caso, Independiente, además de analizar detalladamente las condiciones y la actualidad de todos los jugadores del plantel.


Y entre tanta charla, Independiente apareció de Rojo y le levantó las manos al cielo más lindo y copero existe. Porque si Avellaneda sufre de algunas copas de más, es por culpa del Diablo. El partido rápidamente se tornó aburrido y previsible. No había juego alguno, y cuando no hay juego, hay otra herramienta que sale a flote para tapar semejante desgracia de un martes frío por la noche. Y esa herramienta sale a jugar en el entretiempo.


Otra conversación, esta vez, el Gordo le preguntó al Pela qué pediría si tuviese un deseo a elección. El Pela no dudó, con algo de nostalgia exclamó: Volver a tener el pelo que supo tener el Conejo Tarantini - Aquella frase del Pela provocó el gaste del grupo y algún que otro fosforito en su cuero cabelludo. Cuando le llegó el turno al Gordo, dijo que desearía que haya elecciones. Yo aposté un poco más fuerte y deseé que los dirigentes que endeudaron al club se hagan cargo de ese dinero con su patrimonio. Pero cuando le tocó la chance al Flaco, se quedó en silencio. Argumentó que había demasiadas cosas importantes en el mundo, sucediendo, como para elegir un deseo así como así. Sin embargo, no dijo nada. Eso también provocó algún que otro churrascazo y una acusación de cagón al pobre Flaco. Pero no había más tiempo para debatir porque arrancaba el segundo tiempo y habíamos visto algo diferente.


Un petizo con la 35 y un flaco con la 10, ambos vestidos de rojo y que entraban a jugar el segundo tiempo. Y ni bien comenzó la parte final, aquel petizo se juró eludir rivales, y lo hizo. Y el Flaco, a diferencia de nuestro flaco, se prometió a cumplir el deseo de todos los que estábamos ahí. Y juntos, con la pelota en los pies, comenzaron a hacer lo que hasta ese momento sus compañeros no habían hecho; Jugar bien al fútbol.


Y en una de esas, el 35 se escapó, tiró un centro que se desvió en un rival, y el Pelado del Rojo, a diferencia de nuestro Pelado amigo, la empujó en la red e hizo gritar a todo el estadio. Independiente estaba ganando.


Pero no quedó ahí, porque unos minutos después, el Flaco agarró la pelota, le da uno, y otro toque a la a la redonda, que quedó mirando a en la dirección que siempre hay que mirar, el arco rival. Y el tercer contacto fue un zapatazo que se clavó en el ángulo del arquero de ellos. Y lo gritamos con bronca. Porque no solo gritamos el gol, sino que gritamos el fútbol, porque a los hinchas de Independiente, sobre todas las cosas, nos vuelve loco ver a un 10 jugar bien a la pelota. Y el Flaco este sale corriendo y levanta el dedo hacia una esquina y se toca la zurda. Y nosotros nos preguntamos si existe algún zurdo  10 que juegue mal a esto. Los aplausos caen de los cuatros costados para este Alan, que satisfecho, vuelve a la mitad de la cancha luego de haberle cumplido el sueño a todos los hinchas.


Terminó el partido. El Gordo nos dejó a todos en nuestras casas. Antes de acostarme, me llegó un mensaje del otro Flaco, del nuestro. Había decidido finalmente qué deseo solicitar. El mensaje de WhatsApp era claro, y pedía estrictamente una sola cosa; Que Pozzo y Soñora jueguen siempre juntos, porque el deseo de ellos, es jugar a ser Independiente.