De repente la agarró Iniesta, se paró de enganche y aunque tenía 30 metros para meterse entre los centrales de River, eligió otra cosa, eligió dar, eligió prestársela a Messi para que trate de lucirse una vez más, porque, una vez más, Don Andrés optó por dar.


Ese minuto de acción deportiva, que no tuvo ninguna consecuencia negativa para el Millonario, valió para entender un montón de situaciones que se dan, estrictamente, en las fiestas de fin de año, aquellas en cuales los malos tratan de convertirse en buenos y los buenos tratan de entender que los malos también pueden cambiar.


Seguramente todas las tías del mundo no sabrán quién es Iniesta ni entenderán por qué lo comparo con una fiesta de fin de año. 


Esto ya lo vi, no me lo contaron porque lo vivo año tras año y nunca cambió ni cambiará. Probablemente una mujer de unos 50 años de edad se quejará porque el vestido que usará para navidad no le va demasiado bien y criticará lo que se puso la novia de su hijo y también, probablemente, a escasos metros de esa casa, otra mujer de unos 50 años celebrará con el mantel de todos los días porque su vestido de fiesta es ver que sus pibes están comiendo junto a su papá y sus hermanos.


Alguna que otra abuela no le gustará para nada que la comida esté fría, sin embargo, alguna que otra abuela estará contenta, simplemente por pasar otra navidad con sus nietos. Algún que otro familiar envidiará en su silencio, lo que le falta o lo que tiene pero no alcanza a ver y muy cerca de ellos, una famila con ropa algo sucia y escasa, brillará como nunca, esperando ansiosos por un próspero año nuevo que les permita alcanzar un futuro mucho mejor.


Esa familia brilla. Su brillo es incomparable con cualquier cosa que podamos conocer, salvo ese jugador del Barcelona. Brilla como Andrés Iniesta. Brilla porque elige dar, como Iniesta, elige asistir para que los demás festejen, como Iniesta, elige correr detrás de los demás, cómo Iniesta. 


Porque siglos atrás ya fue dicho que, quien se humille será exaltado y el que se exalte será humillado.


Andrés Iniesta elige humillarse para que los demás sean exaltados, y, aunque él no lo sepa, aunque no elija tener balones de oro FIFA ni ser elegido por las revistas como el mejor futbolista del año, aunque él no lo sepa, brilla más que todos y en silencio.


Por eso, en estas fiestas, elijamos ser una especie de Iniestas Navideños. 


Pidamos menos, por lo contrario, podríamos optar por agradecer lo que tenemos y valorarlo, porque siempre, hay alguien que necesita más que nosotros y sin embargo es feliz. Se tiene esto, se agradece y se valora, el resto se consigue por añadidura, como Iniesta.