Hijo: -Pa, contame otra vez el cuento ese, porque no me puedo dormir-

Padre: -Bueno hijo, pero es la última vez. Que hay que ir a descansar porque mañana nos levantamos temprano-

Hijo: -Sí, pa. Está bien-


Padre: -Había una vez, un equipo de fútbol con muy buenos jugadores que querían llevar a su país a lo más alto del mundo. Esos jugadores estaban dotados de muchas habilidades; había quienes sabían cabecear, otros que sabían defender, otros que sabían gambetear, otros que atajaban sentados en una silla y otros a quienes les encantaba hacer goles. Pero uno de ellos, se destacaba ante todos los demás. Era el capitán, que llevaba la 10 en la espalda,  y era el mejor. El capitán jugaba, gambeteaba, hacía goles y defendía a sus compañeros. Era como quien dice, un mago-

-Este capitán, de poca estatura, algo tímido, lo había ganado todo durante su carrera. Solamente un trofeo le era esquivo; la Copa del Mundo. Y él, el capitán, siempre estaba muy triste porque nunca lo había podido obtener. Siempre dijo que daría todos sus trofeos a cambio de ese solo, el campeonato del mundo- 

-Los años pasaban y no podía ganarlo. Pero como te contaba, este capitán conoció a una banda de muchachos jóvenes que se pusieron como objetivo llevar a su país a lo más alto, y vengar la injusticia de su capitán. Y en el último Mundial, llegaron a la final-

-Era la última chance que ese jugador, el capitán, que llevaba la 10, tenía para obtener el tan preciado título. Sucedió un mediodía en Argentina, y una noche en Qatar. Los muchachos, vestidos de celeste y blanco, salieron a la cancha dispuestos a todo, encabezados por el diez. Cantaron el himno con todo orgullo y se juraron la gloria-

-El primer tiempo fue un sueño. El capitán había marcado un gol de penal y otro compañero, un ángel, había estirado la diferencia a dos tantos. Argentina estaba a pasos de ser campeona del mundo y vengar la injusticia de ese pibe rosarino. Pero no le iba a ser fácil, porque la vida de los habitantes de nuestro país, jamás fue fácil, ni es sus comienzos, cuando que tuvieron que pelear para independizarse, ni  ahora, que tienen que pelear para seguir sobreviviendo a una cruda realidad. Y tampoco la vida del capitán lo había sido, entonces, ¿Por qué no sería complicada esta final?-

-Y cuando nadie lo esperaba, apareció un villano, que se llamaba Mbappé, y empató el partido. Porque en definitiva, el fútbol y la vida es eso, una constante puja entre momentos de tristeza y momentos de felicidad. Y todo resulta tan efímero, que hay que esforzarse mucho para aferrarse a las cosas buenas, antes de que venga un viento y te las sople-

-Pero el capitán no se iba a dar por vencido. Porque sufrió mucho para llegar a ese lugar. Porque resignó muchas cosas. Porque lloró, porque abandonó, porque volvió, porque se juró a sí mismo darle el ejemplo al mundo que, ante todas las cosas de la vida, no hay que dejar de intentar. Y ahí fue, a romper el sueño del villano, y de derecha, clavó el 3 a 2 parcial-

-Aunque, ¿sabés qué? , hay una canción que dice que el bien y el mal definen por penal. Y así fue. Porque el villano volvió a hacer de las suyas y llevó el partido a los penales. En la tanda, el capitán, con lágrimas entre los ojos, le rogó a sus hadas madrinas que lo ayudaran. Ellas eran su abuela, la virgencita de Luján y Diego Armando Maradona. Y cuando terminó de pedir, de repente, un compañero, ese arquero que atajaba penales sentado en una silla, se tiró a la derecha y ¡pum! , contuvo el segundo tiro. El corazón de millones de argentinos se paralizaba una vez más-

-Los penales fueron pasando. Francia erró otro, y Argentina, después de 36 años, volvió a ser campeona del mundo. El capitán lloró como un niño. Aún no cree demasiado que esto sea real, pero sí lo es. Lo logró. Logró terminar su carrera como el rey de este deporte, logró, junto a los otros muchachos, llevar a su país a lo más alto, logró ser la alegría de a los que todos los días les faltan alegrías. Pero por sobre todas las cosas, logró demostrarle al mundo, que de una forma u otra, el bien siempre triunfa, solamente hay que darle tiempo, solamente hay que intentar hasta el hartazgo, solamente hay que amar hasta que duela. Solamente hay que romperse los huesos contra la pared, para atravesarla. Y cuando nada más te quede por romper, quedará tu alma al descubierto. Y tu alma no te miente, no te traiciona ni te abandona. Tu alma lleva en el puño derecho, esa pasión, esa sonrisa que se le dibuja al capitán en cada foto que lo muestra con la Copa del Mundo. El capitán fue, más que el mejor jugador de la historia, el mejor ejemplo de que el fútbol, tranquilamente, nos puede explicar la vida. 

-El capitán, finalmente, dijo "ya está" , y volvió a su casa con su mujer y sus tres hijos. Y, después de tanto tiempo, fueron felices para siempre. Perdón, hijo, fuimos felices para siempre. Porque la justicia poética existe. Porque la justicia poética es la más justa de todas las justicias. Ahora sí, Ciro, ahora vamos a dormir-

Hijo: -Gracias pa, te quiero mucho-