Y el corazón tucún, tucún, tucún







 Fin de mes. Fin de mes que parece el fin del mundo. Fin de semana. Fin de semana que parece explotar por los aires cuando, desde mi trabajo, mi bendito trabajo, me llega una notificación: "Señor Campos, el domingo debe viajar a la Provincia de Chaco de comisión". Me sorprende la noticia. No me gusta del todo. Digo del todo porque no me gusta estar lejos de todo cuando todo está por explotar. Y muchas cosas están por explotar. Entre otras, Independiente, que acaba de cambiar el entrenador en el medio de la pelea por no volver a la tragedia. Al menos me consuelo pensando en que llegaré a algún bar de Resistencia y podré ver el partido.

El domingo llega, y los nervios también. Y la presión me sube, y el corazón tucún, tucún, tucún. Me despido de mi novio con un beso que sabe a angustia, que sabe a no querer dejar esos lugares en los cuales uno ama la vida y la vida con los demás. Me dirijo hacia el mostrador y me notifican que el vuelo está demorado. Es una mala noticia, otra más. Eso significa que no llego a ver a Independiente. O mejor dicho, no llego a ver la final que tiene que jugar Independiente contra Vélez. Y de nuevo, la presión sube, la angustia crece, y el corazón tucún, tucún, tucún. Necesito identificarme con alguien, entonces pongo a Canserbero en mis auriculares. Mi asiento es el 11. Puede ser una referencia a Mancu. 

Justo cuando el zurdo patea al arco y el relator está narrando algo que puede llegar a ser gol, el avión despega como si fuese peso pluma y la señal se corta. Es un cúmulo de angustias total. Una detrás de la otra. No sé si el avión se va a caer, no sé si puedo sobrevivir, ni al vuelo ni al partido, no sé si Mancuello hizo el gol, no sé si Independiente me va a poner otra vez la soga al cuello. Es una hora y media viendo como un hombre excedido de peso teclea sobre la notebook un paper de alpedismo que no puede ni siquiera mover un pelo del mundo. Pero al menos me sirve para distraerme. Porque tampoco puedo dormir. Porque viajo sobre la salida de emergencia. Y según el amargo del azafato, los que viajan allí no pueden dormir. Igual qué mierda voy a dormir. Si en este momento, Independiente le debe estar haciendo 3 a Vélez o Vélez le debe estar haciendo 3 a Independiente.

El avión sube cada vez más. Los oídos se tapan. Pero yo escucho al corazón tucún, tucún, tucún, tucún. De repente, estamos bajando. El celular agarra señal. Abro Twitter. Veo a un partidario poner que Giménez había hecho un golazo. Google dice que el Rojo gana 1 a 0. Falta poco para que termine. Ya está. Bloqueo el celu. Es un hecho, vamos a ganar. Ya está, no se nos puede escapar. Cierro los ojos. Increíblemente, el corazón me manda un señal otra vez: "Tucún, tucún, tucún, tucún". Canserbero ya no suena en mis auriculares. Abro Google. 1 a 1. Faltando nada. Caigo derrotado, me derrumbo en el asiento, me hago bolita, extraño a mi mamá, a mi novia, a mis amigos, estoy solo llegando a Chaco y no solo tengo que acarrear con la soledad por unos días sino que también con otra no victoria sobre la hora de mi Independiente. Miro al cielo, como buscando a mi viejo. Le escribo a un amigo Gallina. Me dice que está paseando a la perra. Desisto, acepto el final. Acepto que la vida me pegue una piña en las costillas otra vez. Me voy incorporando para bajar la valija. 

Me fijo en mi celular la hora y no entiendo bien. Quizás se me desconfiguró, porque veo un mensaje que dice "Penal para el Rojo amigo". ¿Cómo amigo? ¿Cómo penal para el Rojo? ah, esperá. Es Juancito! mi amigo gallina. Que estaba paseando a la perra. Me dice que es penal para el Rojo. Me desespero, me siento de nuevo, ya bajaron casi todos pero yo me niego a pisar tierra. Hasta que ni pateen el penal yo no me muevo de acá. Mi amigo me dice que patea Giménez. Yo tengo un miedo bárbaro. Ese miedo que te separa por un momento del éxtasis infinito. Ese miedo especulador, calculador y cabalístico. La azafata me mira y me hace señas que ya no queda nadie. Por lo bajo le aviso que es la última del partido. Que va Giménez. Unos minutos, no pasa nada. Entiendo que lo erró. Que ya está, que mi amigo no me quiere dar la mala noticia. Me levanto, agarro el bolso, abro de nuevo el celu. Mensaje de mi amigo: "GAAL DEL ROJO, AMIGUITO". Y yo lo grito. Como un loco. Me caen un par de lágrimas. Se lo grito a la azafata que se ríe. Agarro el bolso, la mochila y apago el celular. Miro al cielo, le hablo a mi viejo. Le comento lo feliz que estaría. Le aviso a mi familia que ya llegué. Les aseguro que todo va a estar bien. Le mando un beso a mi novia. Me acuesto en la cama del hotel escribo esta historia, pienso en Independiente, soy feliz y el corazón tucún, tucún, tucún.




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