Lo que se dice dignidad

 



La primavera siempre anuncia nuevas cosas, nuevos tiempos. A veces pueden ser malos, a veces pueden ser buenos, de vez en cuando la moneda cae de tu lado, de vez en cuando la suerte es nula, de vez en cuando la vida, como dijo alguna vez el Nano, toma con nosotros un café. Y mientras ese café o ese mate, se prueba con la comisura de los labios, Independiente sale a la cancha del rival, que es Racing y entre una multitud de silbidos, saluda con los brazos en altos hacia los cuatro puntos cardinales. Esos brazos están llenos de historia, de una gran historia, de grandeza, de nobleza, de alegrías, también de momentos malos, pero sobre todas las cosas, de dignidad, porque si hay algo que los hinchas de Independiente tenemos bien en claro es que, la grandeza que cabe en cada una de las siglas que lleva nuestro escudo, no solo está formada por los logros, sino con la manera en la que se consiguieron. Ni más ni menos, que eso nos hace el orgullo nacional.

Y mientras nos acomodamos, ahí nomás, la vida nos invita a tomar un café. Bien amargo y exquisito. El primero en aceptarlo es el Chaco Martínez, que la agarra y raja por la banda izquierda, alza la vista y le sirve en bandeja el mismo café que le invitaron a él, pero ahora, se lo da a Canelo, que de derecha, la empuja al arco de ellos y marca el 1 a 0 parcial. Pocos entienden que a los 4 minutos, Independiente se pone arriba en el marcador. Los del Rojo, los millones que lo miran por la televisión, ahora aceptan el café más a gusto. Se quitan un poco la desconfianza. Se sientan más cómodos a tomar ese café, porque ahora, la moneda cayo de su lado, de nuestro lado.

El que más cómodo se siente es el Chaco. Que se divierte como un pibe cuando lleva una pelota a la plaza. La agarra, la pisa, la tira larga, se frena, encara. Le salen todas. Como si estaría jugando solo, en algún lugar de Pampa del Infierno. Sin embargo, lo que no le sale, es la frutilla del postre. Porque cuando, mano a mano, la tira afuera, vuelven esos fantasmas que lo acechan fecha tras fechas. Y esos fantasmas también comienzan a acechar al hincha de Independiente. Ahí nomás, cuando los fantasmas empiezan a aparecer, Martínez toma la mejor decisión de la noche. Una decisión que vale como enseñanza para cualquier ejemplo; la decisión de seguir intentando. 

Porque no hay pared que no se rompa si uno sigue martillando. Si uno sigue yendo a chocar. Sino insiste y se lo propone. Por eso el Chaco, en el segundo tiempo, agarra la pelota cuando pitan penal para Independiente. Y acá no hay que mentirse. Porque naturalmente el ser humano desconfía del que falla y pocas veces entiende que, de vez en cuando, la desconfianza es nuestra y no del protagonista. Pocos se dan cuenta que el único y más importante sujeto a la confianza, es él. Ese pibe de Pampa del Infierno que da unos pasos y la acaricia a la red del rival. Y sale gritando el segundo gol de Independiente mientras se saca la camiseta y manda a la mierda a todos los fantasmas mediocres que no tienen ni puta idea de su carrera, de su esfuerzo, de sus sueños, de sus angustias, de sus tristezas. Los manda bien a la mierda con un gol, con un simple y bello gol. Y con él, millones de almas rojas corren despavoridas a romperse la garganta. A liberar tanto grito de gol contenido. Millones de almas, las que están y las que no están pero de alguna forma u otra nos acompañan, porque gritar un gol de Independiente, también es gritar un gol con la vida que hemos tenido, con los recuerdos que almacenamos y con los afectos que hemos compartido aunque sea un rato la vida. Porque no hay sabiduría mejor, que reforzar esa identidad que nos constituye. 

Independiente le ganó, otra vez, a Racing como visitante. Es puntero de su zona. Pero acá, en este café que el destino nos invitó, hay un detalle mucho más grande que haber ganado el clásico. Y es el camino que marcó ese pibe que se formó en Villa Domínico. Porque ante todos los desafíos más complicados, no hay dignidad más grande que creer siempre en la vida, que creer siempre en poder, en romper, en ganar, en vivir y seguir intentando, para poder seguir viviendo. Ustedes mismo saben bien, que Independiente, también es eso. Acepten que son gigantes y que esa grandeza es la que nos obliga a seguir un camino de dignidad, de nobleza, de progreso, y de decir desde el corazón y con orgullo con los brazos bien en alto; acá estamos, ante todo el mundo, somos el Club Atlético Independiente de Avellaneda y en la espalda, llevamos una vida de grandeza.


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