Dos palabras. Dos palabras son las que mejores suenan en una semana laboral. Y ellas son; Buen y finde, osea, buen finde. Ustedes me dirán que finde en realidad son dos y realmente se escribe fin de semana, a lo sumo, pero ustedes también sabrán que los que nacimos en suelo argentino tenemos devoción por deformar el castellano y hacerlo nuestro, con nuestros modismos y códigos.
Buen finde es un código que nos alcanza por igual a todos. Salvo que ese finde dependa pura y exclusivamente de la victoria de tu equipo de fútbol. Dicho esto, también pienso que hay que ser demasiado maligno como para poner un partido a las 19.15 en la puerta de un viernes, como si nos pusieran a tirar una moneda al aire para decidir el ánimo de un momento que esperamos siempre, el finde.
Y eso fue Independiente desde que comenzó el partido, una moneda al aire. Una moneda al aire que constantemente caía a favor lo local, que no sé por que, pero contra nosotros siempre parece el Manchester City. El Rojo literalmente no podía tener la pelota más de 4 segundos. El esquema del equipo era casi tan espantoso como tener la sensación de que ese finde se está a punto de arruinar, porque a todos se nos cruzó por la cabeza que en este finde, mientras saldríamos con nuestras parejas, mientras nos juntaríamos con amigos, mientras almorzaríamos por el día de la madre, se nos iba a cruzar por la cabeza, que el Rojo había perdido. Con esa sensación nos fuimos al segundo tiempo.
Pero el tiempo cambió, el sol se escondió y la moneda cayó en la zurda de Tarzia que tiró un caño y le mandó el centro a Ávalos. El guaraní la bajó y Federico Mancuello que no había testeado la bocha aún, la agarró como un sueño hermoso y de zurda la clavó contra un palo, abajo y lo salió a festejar contra el córner.
Un milagro de viernes puso al Rojo vestido de blanco arriba en el marcador. Unos minutos más tarde, Lanús se iba a quedar con uno menos y en una contra, Ávalos dejó tirado al arquero y clavó el segundo.
Independiente ganó un partido importantísimo no solo para la clasificación a las copas sino por la salud mental de todos los que lo acompañamos siempre. Que esta semana, que arranca dura, con los mismos problemas, los mismos desamores, los mismos pesares, los mismos trabajos y las mismas miserias, estarán todas opacadas por las mismas palabras que nos brotan de los labios al menos en este amanecer. Y ellas, son nada más y nada menos que un: Qué buen finde, Rojo, qué buen finde.
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