Nunca es triste la verdad




 La verdad es que el tiempo anda raro. Los días extremadamente lluviosos se transforman en días completamente soleados con el transcurso de las horas. Las horas de Independiente, que últimamente no son demasiado soleadas. Y en busca de ese sol, el equipo de Vaccari sale al campo de juego con un montón de dudas.

Pero en el fútbol, la verdad es que las dudas se extinguen haciendo goles. ¿Y cuándo llegan los goles, pa? le pregunta un pibe de unos 10 años al padre, inquieto por ser quizás, la primera vez que él llevaba a su hijo a semejante lugar. 

Pasaron algunos minutos desde aquella pregunta y Lomónaco, que es la expresión viva del paladar negro, pareció haber escuchado esa súplica. Y como ratificando que de la boca de los chicos salen las más puras verdades, el central decide avanzar con la pelota pegada al pie para que luego Hidalgo, en un presagio de lo que será su partido, le tire un centro bajo a Ávalos que se da vuelta y de zurda la clava en la ratonera derecha para convertir así el primer gol partido.

Un gol nos arranca una leve sonrisa en un domingo que hace rato había dejado de ser lluvioso. Y la humedad se levanta como nosotros de los asientos para aplaudir la gesta del primero de los nuestros. 

Pero si hay algo que el socio de Independiente aún no perdió, es la potestad de señalar las verdades que nos ocurren todos los días y pelear por ellas. Por eso, aunque el equipo vaya ganando uno a cero, desde los cuatro costados baja un cántico que pone contra la espada y la pared a los mismos dirigentes de toda la historia. A los que no queremos más.

Saltamos y cantamos en contra de aquellos que se encargaron de dilapidar el joven y hermoso patrimonio que salió de nuestro suelo, aquellos a los que no nos dieron la posibilidad de disfrutar, culpa exclusiva de los dirigentes y agentes externos al amor que nosotros sentimos por esta camiseta, a los que se encargaron de dilapidar. Aquel nene que le había preguntado al padre cuándo iba a llegar el gol, ahora le pregunta al papá qué es lo que está cantando. Y el padre lo mira a los ojos y le dice la verdad; le hace prometer que jamás, por el resto de su vida, no dejará de luchar por lo que creemos que es justo y para terminar con aquello que nos parece injusto.

El partido no termina siendo del todo fluido. Algunas verdades brotan por el aire como para marcarnos un norte, como la del capitán, muy resistido, cuestionado y silbado, como si todos nosotros fuésemos ciudadanos ilustres de la vida, pero más allá de eso, los silbidos se reducen porque todos nos damos cuenta que al fútbol se lo analiza en lo colectivo y que si el 5 tiene gente al lado que lo entienda, siempre te la va a dar redonda.

La otra verdad es la que nos dice que Rey,  el mejor arquero de la liga, que va y le tapa un mano a mano fenomenal a Angulo. Pero la principal verdad es la que  nos otorga el pibe Hidalgo, quien hace rato está para romperla toda. Entonces el pichón va, empuja, pide la pelota, juega, hace un gol y le hacen un penal y se retira del campo de juego ovacionado por toda su gente que encierra en ese aplauso no solo el reconocimiento al joven sino a todos aquellos jóvenes víctimas de personas que jamás estuvieron a la altura como para acompañarlos en este club. Pero nosotros los socios sabemos la verdad, sabemos que hemos escuchado millones de mentiras en millones de conferencias de prensa con entrenadores temerosos muy útiles al negocio y poco útiles a la prosperidad de Independiente. Por eso nos levantamos y coreamos "Vamo vamo, los pibes".

El partido terminó. Independiente ganó 2 a 0. El último rayo de sol se lleva la verdad de este domingo; Durante muchísimos años nos han engañado, nos han mentido con la imposibilidad de poder ver a nuestro propio oro brillar con nuestra camiseta. Dirigentes y entrenadores se han encargado de servir el patrimonio al mal negocio y a la utilización de otros jugadores que jamás merecieron ni asomar las narices en nuestra institución. La verdad es otra. La verdad es que esos sueños y esos chicos merecen su oportunidad aquí. Depende también de nosotros bancarlos cuando las cosas les salgan y cuando no. La verdad es que tenemos que aprender a valorar lo nuestro, porque durante todos estos años, nos han enseñado la autodestrucción. Pero ya no, por eso bajan los aplausos cuando todos los pibes dejan la cancha, porque de una vez y para siempre, tenemos que entender, que parte de la solución y parte de la verdad, siempre empezará por  nuestra propia casa, la del Club Atlético Independiente.




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